Nuestra naturaleza humana es plena y completa, lo que nos hace como creación maravillosa de Dios (Creador de todo lo que Es), es nuestra Divinidad, nuestra esencia única y pura. Cuando dejamos el cuerpo humano y retornamos a la casa del Padre/Madre, nuestra esencia divina continúa su existencia y su evolución. Es muy reconfortante repetir la afirmación: “YO SOY DIVINIDAD”. La Divinidad de Dios, habita en mi, late en mi. Cada vez que lo recuerdes, has este pequeño ejercicio, cierra tus ojos, y conéctate en tu corazón, repitiendo este maravilloso decreto, sintiéndolo, desde lo más profundo de tu SER, verás, cómo cambia tu actitud y pensamientos durante el día.