El mundo de los elementales de la naturaleza es tan real como el de los ángeles y los espíritus.
Son seres diminutos que colaboraron en la creación del planeta. Están acá y ahora, trabajando incansablemente en el fondo del mar, en el aire y bajo la tierra y los troncos de los árboles, para crear y mantener la vida terrenal.
Ayudan al hombre cuando ven que éste, ama la naturaleza y busca por preservar el medio ambiente, ya que ven como predador al ser humano.
Su misión es trascendental: ayudaron a crear el planeta y sus cuatro elementos (aire, agua, fuego y tierra) mucho antes que el hombre apareciera sobre él. De allí su nombre: elementales. Se dividen en distintos grupos que manejan cada uno de los 4 elementos, y hoy siguen trabajando para crear y sostener la vida en la tierra.
Los elementales se mueven con un tipo de vibración muy rápida y eléctrica que les permite trasladarse de un lugar a otro a la velocidad de la luz. Sin embargo, y aunque sus cuerpos estén formados por manifestaciones de energía no estrictamente físicas o materiales, los estados vibratorios intermedios entre la energía invisible y la materia visible los hace visibles al ojo humano cuando se rebasan estas fronteras energéticas de “arriba” a “abajo”.
Normalmente, los elementales tienen su parte más densa o “cuerpo” en el Plano Energético, pudiendo en condiciones favorables corporizarse en las zonas etéricas donde se mezclan la energía, sin forma perceptible por nuestros sentidos, y la materia, cuyas características son evidentes y fácilmente registrables por los sentidos humanos. Es por ello que los elementales tienen como propiedad una plasticidad mucho más “veloz” que la nuestra, siendo sus formas más inestables y dinámicas. Cuando esas formas se lentifican es cuando se corporizan y es más fácil verlos, bien por factores naturales o por la voluntad de quien quiera verlos, voluntad que ha de ser fuerte pero no agresiva, pues cualquier inestabilidad repercute en los espíritus de la naturaleza y los ahuyenta hacia sus “refugios” energéticos y a los juegos ópticos propios de su extraordinario poder, para disimularse en los mismos elementos naturales en que habitan.

Las salamandras —elementales del fuego— cuidaban la masa de gases radioactivos presentes en el planeta y la materia incandescente que debía ir sedimentándose y enfriándose de a poco, para que la tierra en formación pudiera ser habitable.
Los silfos —elementales del aire— cuidaban de la evolución de esos gases tóxicos, para lograr el equilibrio químico y encauzar los violentos vientos y tormentas nucleares que azotaban al planeta en formación.
Cuando los gases se hicieron líquidos y cayeron sobre el planeta en forma de gotas de agua, lluvias y tormentas violentas inundaron casi toda su superficie y aparecieron las ninfas y nereidas, elementales del agua. Su misión: quitar las materias densas y pesadas que aún había en suspensión, y controlar el curso de las agu
Cuando el planeta comenzó a enfriarse y a estabilizarse, ya estaban presentes los gnomos, duendes y hadas —elementales de la tierra— a fin de armar los primeros esbozos de arbustos y piedras. Daban origen a todo lo que germinaría después, con el trabajo de millones de años.
¡Que la Luz acompañe tu camino!